16 de Abril del 2009, todo estaba bien, cursaba quinto de media, pertenecía al tercio de mi promoción. Podía vivir, libremente, sin preocupaciones mayores, sabía que jalar un examen o curso no era que estaba en una rutina diaria. No estaba acostumbrado a inclinar la cabeza y decir: Si, falle.
Un año después la vida me pone en la posición de hacerme ver mis errores, de cachetearme y decirme literalmente que estoy fallando, que no hago las cosas como debería hacerlas. Que estoy cayendo en vicios tal vez, que me estoy desconcentrado, que no le estoy otorgando el tiempo suficiente o que tal vez aun no soy consciente que acabo de dar un salto, y que ya no me encuentro en el colegio, sino en algo más complejo : La Universidad.
Apenas comienzo el ciclo, aun no he muerto. Sigo vivo, y con la posibilidad de reivindicarme, de darme cuenta de mis errores y corregirlos lo mas rápido posible. Después de todo, la sensación de ingresar a una universidad es muy satisfactoria, pero ese no es el propósito de ingresar, sino el de demostrar porque uno ingreso, porque uno está en donde esta.
Esto es, una jungla de cemento, en donde sobrevives o mueres en el intento. Aquí no hay segundas oportunidades, el fallar tendrá sus consecuencias, y serán muy graves. En cambio si uno vence, estará, prácticamente, tocando el cielo.
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